Veía a los demás sin ser visto nunca y daba detalles y pormenores de nuestra estancia en cualquier sitio, en donde menos pudimos sospecharle. Pero, fuera de estas verificaciones a posteriori de su presencia, no hablaba casi nunca y se contentaba con mirarnos. Yo no sé qué secretos rincones tendría en su alma, los más silenciosos, los más escondidos del mundo.
Pero cuando nuestra extrañeza se hizo mayor fue el día que supimos que había desaparecido definitivamente. Ya no podríamos descubrirle más y estaría para siempre con nosotros sin que pudiéramos volver a verle nunca.
José Bergantín, Caracteres.
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